Olivier Laignel Salzmann – Charla Miami

Buenas noches. Me llamo Olivier Laignel y el tema de mi charla esta noche es“La Enseñanza del Señor Gurdjieff y el hombre de hoy” o “El trabajo de Gurdjieff’’,  que es otra manera de llamar esta Enseñanza. Otros la conocencomo el Cuarto Camino.Para la preparación de esta conferencia, traté de resumir lo que esta Enseñanzaha significado a lo largo de mi vida, mi experiencia con este sistema y lo que hecomprendido de sus ideas, y me di cuenta de que no puedo resumir en una hora, o menos, lo que realmente es este Cuarto Camino. Entonces escogí algunospuntos sobre los cuales hablar, aquellos que a mí me han tocado más, los quemás me han interesado durante mi permanencia en este trabajo, en el cualprácticamente he nacido.

Quisiera empezar por uno de los conceptos másdifíciles para mí y que sigue siendo el que más me llama la atención: losdiferentes estados de conciencia posibles, o los diferentes grados de concienciaen los cuales vivimos.Una creencia que todos tenemos es que podemos estar dormidos, en nuestracama en la noche; o despiertos, cuando estamos actuando, hablando, pensando.

<Ahora, en las enseñanzas tradicionales de las religiones, encontramos unllamado al hombre a despertar. En algunas parábolas, por ejemplo, se dice que uno tiene ojos pero no ve, tiene oídos pero no oye, o también se dice que los discípulos estaban dormidos mientras Jesús oraba en el jardín. El Señor Gurdjieff dice esto mismo, pero sin parábolas; dice que la humanidad está dormida, que el hombre cuando cree estar despierto, en realidad está dormido.

Esta idea es realmente difícil de aceptar aunque intelectualmente uno pueda creerla. ¿Y cómo va a despertar uno, si uno cree que está despierto?  Me acuerdo perfectamente de las primeras veces que, por varios esfuerzos realizados, llegué a un estado de conciencia en el cual de repente me di cuenta que en el momento anterior estaba dormido, y esos momentos me produjeron un choque bastante grande. Si miramos hacia atrás, podríamos ver que todos y cada uno de los seres humanos han tenido en su vida alguna experiencia en la que por un momento han despertado y este recuerdo queda marcado en su memoria. Puede haber sido una sola vez o más, generalmente cuando se estaba en alguna situación de crisis o en un determinado momento de comunión con la naturaleza, donde de repente todo aparece mucho más vívido, los colores se ven realmente vivientes, los olores se sienten con una agudeza que generalmente uno no siente, y se tiene una sensación de estar uno mismo ahí y en contacto con lo de afuera. Esos momentos que le son dados a uno por accidente son otro estado de conciencia, son lo que en el sistema del Señor Gurdjieff se llama “un despertar”. Es difícil concebir el que uno no puede vivir así más que un corto período de tiempo. Sin embargo, con práctica y trabajo, por lo cual el Sistema de Gurdjieff es llamado también “El Trabajo”, es posible alcanzar momentos cada vez más frecuentes en los que se presenta la sensación de que en el momento anterior uno estaba dormido. Lo interesante es que existe realmente para todos esta posibilidad de despertar y que además hay grados del despertar, o sea que aparte de aquellos dos estados de conciencia habituales, el del sueño en la cama, y, vamos a llamarlo, el del sueño despierto, hay un estado de conciencia más alto que es el recuerdo de sí, el recuerdo de sí mismo, la conciencia de sí mismo. Un estado en el que yo estoy consciente de mí, estoy conmigo y al mismo tiempo puedo estar sensible a lo que me rodea. Este estado de conciencia, en comparación con el que habitualmente llamamos “el estar despiertos”, es un despertar. Y existe también otro estado de conciencia superior a este, que es el que el Señor Gurdjieff llama la conciencia objetiva. Otra forma de llamarlo es conciencia cósmica, se puede nombrar de muchas maneras y de hecho en cada religión tiene un nombre diferente, pero en todas se refiere a un momento de comunión con el Universo, en el cual desaparece la individualidad, la separación entre yo y lo de afuera. Es un estado en el que todas las fragmentaciones y dualidades se resuelven. Estos momentos de conciencia tienen, sin embargo, una  característica: no duran mucho tiempo, uno regresa a la vida cotidiana, uno regresa al sueño, pero esto es quizá teórico, en este momento.

Ahora, si uno está dormido, como sucede la mayor parte del tiempo, esto ¿Qué implica? ¿Qué quiere decir? Quiere decir que todo lo que uno hace, todo lo que uno vive, en realidad se hace y se vive a través de uno; dicho de otra manera, la vida le pasa a uno y uno solamente reacciona porque no puede actuar si uno no está despierto. Cuando se está dormido lo único que se puede hacer es reaccionar, y reaccionar de la manera como uno ha sido programado a hacerlo.

Con respecto a esto, la Enseñanza dice que los seres humanos –hombres y mujeres- no sólo están dormidos, sino que además son una máquina, y una máquina evidentemente reacciona de acuerdo a como está programada…

Encuentro fascinante el hecho que el Señor Gurdjieff haya muerto en 1949, cuando los computadores estaban en una etapa muy primitiva; ahora con los microchips y con los súper conductores, hay computadores que piensan, que razonan, que pueden aprender y que tienen, de acuerdo con su programación, todas las posibilidades de reaccionar y responder exactamente como nosotros; o sea, tienen la facultad de pensar, de ser lógicos, precisamente la facultad que nos diferencia de los animales. En realidad somos máquinas, simplemente máquinas biológicas, en lugar de máquinas formadas en un laboratorio, y este hecho nos quita algo que creemos tener: la libertad. Creemos que somos libres de actuar como queremos, cuando en realidad estamos totalmente condicionados. Ahora, ¿realmente esto es así? A través de los años me he dado cuenta y me sigo dando cuenta cada vez más de que es así, me doy cuenta de la fuerza de las costumbres, de lo fuertemente que uno ha sido condicionado desde niño. Tenemos la ilusión de que actuamos porque hay veces que nuestra reacción se produce muchos días después del estímulo que la ha causado, a veces meses y hasta años. De manera que es muy difícil ver que lo que estamos haciendo en realidad es reaccionar en una forma mecánica que no podemos ni evitar, ni cambiar: estamos programados. Entender esto y aceptarlo intelectualmente fue algo con lo cual tuve dificultades cuando era joven, pero finalmente lo acepté. Verlo en mí mismo, o verlo en acción es más difícil y más penoso porque uno se siente atrapado, aprisionado. Sin embargo, el camino hacia la libertad está en ver eso.<

Existe un anhelo de saber, necesitamos saber más, investigar para buscar un mejor entendimiento; los científicos investigan los misterios del Universo, quieren descubrir los misterios y en realidad la ciencia actual es fascinante, como juego intelectual es muy interesante y muchos científicos, físicos y astrónomos están llegando a comprender que cada vez que descubren algo nuevo, al mismo tiempo descubren nuevos interrogantes; es un juego que no tiene fin. De esta manera no se están acercando a un entendimiento general ni a una visión completa. Otros científicos investigan las religiones antiguas y encuentran, por ejemplo en el Hinduismo, que la realidad -que es lo que ellos buscan-, se describe como una ilusión, como “Maya” o sea que todo lo que uno ve como real no es sino un reflejo de la superficie, una capa, y que debajo de esa capa, detrás del reflejo, está la realidad potencial, la realidad latente que puede tomar una forma u otra de acuerdo con el que esté mirando, de acuerdo con el que esté investigando y de acuerdo con lo que la persona busque. Así, han comprendido que no pueden continuar en esta línea, que no cuentan con el equipo mental, ni con la lógica necesaria. La lógica lineal, el pensamiento asociado, es impotente ante esta visión de la realidad. Hay una forma de entender, de comprender, que no se hace por medio de la gimnasia mental, que exige un nivel diferente de conciencia, una actitud diferente. Para lograrla es necesario una preparación, una larga preparación. Esto es lo que la mayor parte de la gente no acepta, porque pretenden entender con lo que tienen y no aceptan una derrota.

En la Enseñanza, el Señor Gurdjieff distingue, para ciertos propósitos de estudio, dos partes en el hombre: su esencia y su personalidad. La esencia es todo aquello con lo cual uno nace, las potencialidades con las que uno nace, todo lo genético, todo lo que no es aprendido. El niño chiquito es, básicamente actúa, reacciona, dice y hace de acuerdo con su esencia; el proceso educativo en nuestra sociedad occidental consiste en decir al niño lo que le es permitido o no, lo que es bueno y lo que es malo, lo que puede y lo que no puede hacer. El niño rápidamente va aprendiendo y va formándose en este proceso la personalidad: la parte aprendida va depositándose, y llega un momento en que uno realmente no sabe si uno es lo que en uno es esencial, o si uno es lo que es aprendido. Está tan bien aprendido, que pareciera que entra a formar parte de uno. Y entonces uno se comporta de la manera aprendida, y muy pronto, a una edad muy temprana, a los siete años aproximadamente, ya todos los conductos posibles están formados, todas las maneras de reaccionar están en la persona. Después se refinarán, se cambiarán detalles, pero básicamente el condicionamiento está hecho, y romper o cambiarlo después es sumamente difícil. Entonces para mí esa falta de libertad, ese darse cuenta de que uno vive de la manera como lo hace, no por escogencia, no porque uno haya encontrado la manera de vivir que uno quisiera y desea, sino porque no hubo alternativa, o si la hubo, no hubo nadie en uno que pudiera escoger, porque uno estaba dormido, esto da una sensación, un deseo de salir de esta cárcel, de ese condicionamiento. Nace un deseo de llegar a ser libre, de llegar algún día a poder actuar y no siempre reaccionar.

Hay unas preguntas básicas que uno se hace cuando es niño. Todos los niños en algún momento de su desarrollo se han preguntado: ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí sobre la Tierra? ¿Con qué propósito? Pero… ¿Cómo se contestan estas preguntas? ¿Quién soy yo? …”Yo soy Olivier Laignel”. Eso no dice quién soy, ¿verdad?, a mí mi apellido me dice, en cierta forma, que soy parte de una familia, parte de una cadena, que tengo mis padres, mis abuelos,  mis bisabuelos,  hasta donde yo pueda remontarme, pero siendo parte de esa cadena, de todos modos ser “Olivier Laignel” no dice nada sobre ese eslabón de esa cadena que soy yo. Por otra parte, decir: “soy médico”, por ejemplo, o “soy carpintero”, como muchas veces uno dice, pues no…  Aunque dicen que el árbol se reconoce por sus frutos, lo que uno hace no necesariamente tiene que ver con lo que uno es, o con quién uno es. Y todas las demás definiciones que uno se dé, su nacionalidad, el grupo político o religioso al que pertenece, o los intereses que uno tiene, todas son definiciones periféricas que no responden la pregunta “quién soy yo”. Si se le hace esta pregunta a un niño pequeño, que todavía no conoce su apellido, ese niño dirá: “yo soy yo”, sin ninguna duda, con mucha tranquilidad y con mucha seguridad: “yo soy yo”. Pero pareciera que a medida que crecemos, en lugar de un “yo” permanente, adquirimos una cantidad de “yoes” para diferentes ocasiones y todos ellos dicen llamarse “Olivier Laignel”, en mi caso aunque tengan intereses diferentes y contradictorios muchas veces y aunque tengan maneras de ver la vida o enfrentar situaciones diferentes. Y a través de los años esos “yoes” surgen de acuerdo con las situaciones que estén presentes; o sea, en el consultorio hay un “yo”, que es “Olivier Laignel doctor”; cuando estoy en otra situación, en mi familia, será, o bien el padre, o bien el esposo, pero son diferentes “yoes”, como cuando se empuja un botón, y surge ese y toma el mando, habla en mi nombre, hace compromisos, firma cheques, y cantidad de cosas. Pero ¿Quién soy yo? ¿Cuál de ellos? Es realmente increíble porque estos yoes son muy contradictorios. A algunos de ellos les gusta una cosa, a otros les disgusta intensamente. Pero la cuestión es que nunca los vemos, nunca vemos estas contradicciones, nunca vemos dos de ellos juntos. Nunca vemos un yo ocupando el espacio, esa persona ocupando mi sitio, hablando en mi nombre. Cuando esto sucede, cuando lo veo, entonces esta idea deja de ser teórica. Es una realidad práctica. ¿Qué hay que hacer?

Una de las dificultades que tenemos para llegar al conocimiento de nosotros mismos es que buscamos a través de entender, a través del análisis. Todo lo tratamos de clasificar, de poner en su debido lugar. Pero lo que ha sucedido, ya sucedió. Nuestra dificultad está en vivir lo que está sucediendo en el momento que sucede.  El solo hecho de ser capaz de estar presente en lo que sucede dentro de mí requiere de una conciencia de mí mismo, requiere cierto grado de estabilidad. Al principio sólo podemos lograr, como relámpagos, especies de fotografías aquí y allá de lo que nuestra realidad es. Si unimos suficiente número de estas fotografías, de cada vez que me veo mí mismo, siempre me sorprenderé y cada vez que sucede es un momento de experiencia, un momento que aumenta mi conocimiento y no sólo mi conocimiento intelectual, sino el verdadero conocimiento de mí mismo.

¿Quién soy yo? Realmente es una pregunta que lleva una búsqueda en sí, para profundizar en el conocimiento de uno mismo. Esta pregunta podría servir sólo como una vía de búsqueda, siempre y cuando uno no la trate de  contestar y simplemente la deje resonar allá adentro.

Ahora, esta es una de las ideas o hechos difíciles de aceptar. Quizá, nos puede ayudar una imagen que el señor Gurdjieff usa para describir al hombre. Dice que el hombre está compuesto de siete centros: dos centros superiores, el emocional superior y el intelectual superior, de los cuales el hombre ni sabe nada, ni los utiliza en la vida diaria. Estos centros superiores no están activos, en el sentido que no estamos en contacto con ellos. Por lo tanto, el hombre no los conoce. No vamos a hablar de ellos. Los otros cinco son los centros inferiores que son: el centro intelectual (la mente); el centro emocional (todas las emociones); el centro físico (el cuerpo); el centro sexual y el centro instintivo. Estos tres últimos se encuentran muy juntos y podrían formar parte del cuerpo, y en ese caso hablaríamos básicamente de tres centros: la mente, las emociones y el cuerpo.

Esta situación se puede representar con la imagen de un carro halado por un caballo, o un coche más o menos destartalado que es el cuerpo. El caballo que hala son las emociones -el centro emocional- , y hay un cochero que supuestamente dirige y que es el centro intelectual, la mente. Pero ¿Quién va dentro del coche? ¿Quién decide a dónde va? Aparentemente el coche es alquilado porque entran diferentes personas, que son los diferentes “yoes’,  y mientras permanecen adentro dan órdenes: ¡vamos allá! ¡vamos por acá! Pero no hay un amo del coche, no hay un “yo” permanente que pudiese encargarse también de que el cochero, por ejemplo, deje de tomar tanto, o que se ocupe un poco mejor del caballo, del cual no se ocupa en absoluto. El caballo está flaco y además va por donde le da la gana. Dependiendo de la disposición del conductor y dependiendo de cómo se porte el caballo ese día pueden llegar o no llegar. Pero el dueño del carruaje no está allí. El dueño, el yo permanente, es sólo una posibilidad… no existe… o está dormido. Así, nuestro carruaje en realidad no está en su mejor forma, nuestro caballo no está bien alimentado y a nuestro conductor le gusta tomar o quizás usar cocaína, o estudiar astronomía, pero en todo caso no le está poniendo atención a sus responsabilidades.

Esta es la situación que se encuentra cuando uno comienza a mirar dentro de sí mismo. Uno encuentra que se han establecido conexiones automáticas entre la mente, las emociones y el cuerpo, que ciertas actitudes del cuerpo tienden a producir ciertos sentimientos o ciertos pensamientos, que ciertas emociones son discos emocionales que se repiten y están unidos a un cierto modo de pensar, de recordar o de soñar.  Sin embargo, no hay una conexión voluntaria entre estos centros, ni existe armonía entre ellos. No funcionan de una manera armoniosa; cada uno trabaja para satisfacer sus propios deseos, sus propios intereses a expensas de los otros. Y esta falta de armonía es una cosa muy difícil de apreciar.

Esta es una imagen para mí muy fuerte porque me he dado cuenta de que la mente como tal puede saber mucho, puede haber leído mucho, puede tener muchos intereses, mas sin embargo, eso en sí no me ayuda, no me mueve. Si mis emociones no están involucradas, si mi caballo no está interesado, yo no voy a ninguna parte. Estamos en una situación semejante, y de ahí es de donde viene la necesidad de una búsqueda, de un conocer mejor: “conócete a ti mismo” como mandamiento. ¿Cómo es ese proceso de conocerse? ¿De conocer el funcionamiento de esa  máquina, de conocer la constitución de ese ser dormido, que consta de una esencia y de una personalidad, es decir, de algo esencial y de algo aprendido? ¿Cómo se hace el aprendizaje? …  ¿Escuchando lo que dicen otras personas? ¿Leyendo libros? ¿Analizándose a sí mismo? ¿Analizando mi conducta a través de los años? ¿Haciéndome un psicoanálisis? ¿Cómo llegar a conocerme? De cierta manera todo lo anterior podría ayudar, hasta un cierto punto, pero en realidad, la única forma de conocerse a uno mismo es sorprendiéndose a uno mismo en el momento, es decir, viviendo su propia realidad en el momento en que le está siendo mostrada. No se trata de un acto intelectual puramente, y la diferencia entre este acto y el acto de analizarse es que cuando yo me analizo, analizo siempre algo que ya ha pasado, que ya ha terminado.

Hay una diferencia fundamental entre este tipo de reconocimiento y lo que es adquirir un conocimiento real. ¿Cuál es la diferencia cuando uno habla de que sabe algo, o de que conoce algo? Lo que yo sé, lo sé porque lo he aprendido a través de la experiencia, no porque lo haya leído o alguien me lo haya dicho.

Cuando hay una experiencia real, entonces la persona cambia, es cambiada por la experiencia. Yo no soy el mismo antes de experimentar una realidad mía y después. Después, yo he cambiado. Mientras que cuando acumulo conocimientos, cuando trato de saber, de analizar, lo único que cambia en mí es que sé algo más que antes, pero yo no he cambiado, soy el mismo, con algunos datos más en el computador de allá arriba – Señala la cabeza -. Esto es muy importante, el señor Gurdjieff decía que nadie debía creer nada de lo que él decía si no lo experimentaba primero para sí mismo, y entonces así sabría si era verdad.

Y esta es una de las razones por las cuales la Enseñanza que él trajo es válida para nosotros hoy en día, porque carecemos totalmente de la capacidad de tener Fe. Hemos perdido la Fe, y necesitamos probarnos las cosas por nosotros mismos… y entonces está bien que sea así, que exista un escepticismo.

Especialmente hoy en día cuando pululan las enseñanzas de todo tipo, que aseguran que uno llegará a través de ellas a la felicidad, o a la riqueza, o a tener poderes, o a adquirir poderes sobrenaturales; todas prometen algo. Este Camino no promete, sino de acuerdo con  lo que uno haga.

Hay algo que actualmente siento, de lo que me doy cuenta muy fuertemente, y especialmente viendo a mis hijos, a los jóvenes, y es: ¿Qué es lo que uno busca?, ¿Qué es lo que uno busca en la vida? ¿Por qué está uno aquí? Me doy cuenta de que uno busca, conscientemente o no, de cierta manera la felicidad.  Pero muchos jóvenes, y también muchos que no somos tan jóvenes, tenemos la creencia que la felicidad es algo que nos es debido simplemente porque hemos nacido, que no tenemos que pagar por ella, que es parte de nuestros derechos . . . y en realidad no es así, no puede ser así. Ahora, lo  que en general uno ve buscar a la gente es una cierta seguridad, una cierta comodidad -comodidad para “dormir” mejor quizá -, pero una seguridad, uno busca alentado por un miedo.

El miedo es algo que ha ido en aumento, que en el hombre de civilizaciones tradicionales no existía tanto pero que hoy existe. Hoy en día, existe este miedo en esta magnitud porque uno se da  cuenta de que uno no puede controlar lo que va a ocurrir, que hay demasiadas cosas que son vitales para mí y para mi sobrevivencia, y que escapan totalmente a mi control: las armas nucleares, las situaciones políticas, la economía, y uno ve también que la situación se va progresivamente deteriorando; entonces, surge un impulso hacia el buscar una mayor seguridad para el futuro que impide, entre otras cosas, que uno viva y disfrute del presente. Simplemente uno se sacrifica, trabaja en cosas que no le interesan para ganar plata, para poder “asegurarse” un futuro que de todos modos no es seguro a pesar del dinero; cualquier cosa puede suceder y uno perder todo; pero entonces uno cree que si acumula más, quizás estará más seguro; y gasta realmente una cantidad de energía en esta dirección… que es ilusoria. La felicidad no viene de las condiciones externas, no nos es dada cuando nos sentimos seguros ni tampoco nos es dada por el poseer más: poseer un carro último modelo le puede dar un momento de felicidad a uno de mis “yoes”, pero en realidad yo no puedo controlar lo exterior, nunca podré, hay fuerzas en movimiento que no conozco.  Pero lo que yo sí puedo hacer o podría aprender a hacer es a vivir en paz conmigo mismo, aprender a vivir aceptando quién soy yo, mis limitaciones, mi falta de libertad, y ese es el único camino por el cual puedo ir conociéndome. Y a medida que voy conociéndome puedo ir aceptándome tal y como soy, y no como desearía ser. Esto es muy importante porque mientras yo no acepte características mías porque me parecen o malas o feas, o porque la sociedad dice que son malas, o mi mamá me lo había dicho; mientras yo no las acepte, ellas permanecen y no se pueden cambiar, porque no las he hecho mías, no me he hecho responsable de ellas. Y mientras no sean mías y yo no me haga responsable de ellas, no van a cambiar. Siguen ahí actuando.<

Entonces el proceso de conocimiento de uno mismo y de aceptación de uno mismo es un proceso gradual, es un proceso lento  y requiere  de esos momentos de los cuales hablamos al principio, de estos momentos de despertar, de despertar a mi situación, de ver en un instante, por ejemplo, mi vanidad, o mi pereza o también cosas que pueden ser positivas. Verlo, vivirlo en un momento, es muy diferente a examinarlo después. Examinarlo es algo que no me puede tocar, no me puede cambiar. Otra cosa importante es que uno no puede seguir este Camino, uno no puede buscar en esta dirección de llegar a una aceptación real, a un conocimiento real de uno mismo, solo. Es una ley: uno tiene que asociarse con otras personas que también están buscando conocerse, que también están buscando lograr estar conscientes por momentos, llegar a la felicidad. Por lo menos hay que pagar antes, y ese pagar, en parte, es el sufrimiento, es decir… el Señor Gurdjieff decía que los dos elementos que necesita el hombre para evolucionar son los esfuerzos conscientes y el sufrimiento voluntario. El sufrimiento voluntario se da cuando estoy frente a mi incapacidad, frente a mí no saber, frente a mí no poder hacer, con una aceptación de ello. Pero eso no es muy agradable, a uno le gusta más vivir soñando que uno sí es capaz, que uno es el dueño de su destino y puede hacer cualquier cosa; que si no lo ha podido hacer ayer es porque las condiciones no lo han permitido, pero mañana si podrá, seguro. Uno vive en medio de esos sueños. Pero si miramos bien nuestra forma de vivir, aunque sea de manera superficial, podríamos ver que vivimos nuestro día de dos maneras: o bien soñando despiertos con aquello que va a pasar dentro de un momento, o con lo que ha pasado antes, o con lo que va a pasar dentro de un año (tenemos sueños muy diversos y muy diferentes), o si no estamos soñando, es posible que en ese momento estemos muy activos, pero tomados por algo, identificados con lo que estamos haciendo; nuestra atención se encuentra totalmente tomada por algo, volcada, y sin darnos cuenta estamos  totalmente “inconscientes” de lo que está a nuestro alrededor, o dentro de nosotros mismos. Estas situaciones nos podrían dar una clave de algo que nos falta, de una capacidad que se puede entrenar y que al seguir el camino de conocimiento uno mismo se entrena, que es la capacidad de atención. En el colegio, cuando uno era chiquito, las profesoras, o el profesor le decían: “preste atención”, y uno creía y aún cree que así se desarrolla la capacidad de estar atento. En realidad lo que de esta manera uno desarrolla es la capacidad de identificarse, la capacidad de concentrarse totalmente en una cosa con exclusión de todas las otras; pero el precio que uno paga es el de que uno es tomado, absorbido por esas cosas. La atención es una energía, y es una energía que para poder dirigirla debe circular en dos direcciones: debe ir hacia dónde va, y regresar siempre a su fuente. Pero si solamente se va, pues uno desaparece con ella y se identifica con lo que sea. Es muy difícil el entrenamiento de la atención. Yo puedo estar hablando y estar atento a mis pensamientos, a lo que voy a decir, pero me es difícil, por ejemplo, escuchar mi voz al mismo tiempo; me es difícil al mismo tiempo estar atento a la posición de mi cuerpo, a sentir mi cuerpo, a estar atento a lo que pasa dentro de mí, a lo que pasa dentro de quien está hablando… eso es muy difícil. Sin embargo, esa es la parte, vamos a decir, de la Enseñanza, del Cuarto Camino, que no se encuentra en ningún libro y tampoco en ninguna otra enseñanza, ni ninguna religión. Estas cosas de cómo entrenarse, de cómo llegar a conocerse, son transmitidas de una manera diferente, por una vía exclusivamente oral, nunca son transmitidas sino personalmente, y por razones muy obvias. Todo quisiéramos aprender suficientemente para desarrollar ciertos poderes; todos en el fondo tenemos algo en nosotros que quiere, como decía el señor Gurdjieff, “entrar al Paraíso con las botas puestas”, y además, “con las botas sucias”. O sea, queremos realmente seguir o hacer algo, pero siempre a nuestra manera. No queremos obedecer, no queremos incomodarnos, ni salir de lo habitual y conocido, no queremos pagar, y todo eso es pagar. Cada persona es diferente, tiene un modo de ver la vida diferente, y necesita formas diferentes de aproximarse a sí mismo; esta es otra razón por la que no se puede transmitir la Enseñanza sino oralmente, transmitir lo que a su vez uno ha recibido así. En esta Enseñanza existen grupos que son dirigidos, o guiados, por gente que ha recibido a su vez de otros, que a su vez han recibido de otros. Y es la única forma como se puede real y prácticamente ir conociéndose a uno mismo, e ir en un Camino, que para mí antes, cuando yo lo empecé y durante muchísimos años, se trataba de llegar a ser un hombre totalmente  consciente, yo quería llegar a ser un hombre totalmente consciente. El señor Gurdjieff describe las posibilidades de evolución del hombre diciendo que hay siete tipos de hombres; hay hombres número uno, dos y tres, de acuerdo con cual centro predomina en él.  Este hombre después, durante su evolución, puede pasar a hombre número cuatro, número cinco, número seis y número siete.  Por supuesto desde cuando comencé, para mí el objetivo era llegar a ser hombre número siete. Hoy en día ya no me interesa a dónde voy a llegar; de cierta manera he aceptado que eso no depende de mí, y lo que realmente sí es interesante para mí es el transitar ese Camino, el vivir mi vida con una búsqueda, el vivir mi vida con preguntas, más que con respuestas, el vivir mi vida abierto a lo que la vida me puede traer, sin cerrarme, sin tratar de escapar, sin buscar la seguridad; el hacer cosas, como por ejemplo el dar una conferencia cuando soy una persona, me creo por lo menos, bastante tímido. Eso me atrae mucho. Siempre buscamos respuestas, pero es cuando tenemos preguntas cuando estamos despiertos, vivos. Cuando tenemos las respuestas volvemos a dormirnos, estamos en “paz” otra vez. Para mí es mucho más productivo buscar interrogantes, preguntas que nos despierten, que nos sacudan, que vuelvan o hagan incómoda nuestra vida habitual, y si nos juntamos con otras personas que están también buscando, investigando, al sentir sus preguntas y su búsqueda nos beneficiaremos. Porque, a pesar de lo que creamos, nuestra vida es relativamente corta y no tenemos tiempo para perder.

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