Consideramos el Trabajo y la vida una sola cosa.
Separar el Trabajo de la vida es crear una disociación, una fractura, que inevitablemente nos lleva a una búsqueda intelectual, a un sectarismo sin sentido, sacrificando lo que verdaderamente importa, la posibilidad de una transformación.
La única posibilidad de transformación está aquí, en nuestra realidad, en nuestra vida. No en el reino de lo imaginario, donde podemos habitar individualmente y en grupo alejándonos del contenido de la enseñanza.
Esta visión nos une a aquellos que buscan dos cosas:
– La primera es un genuino interés en el Trabajo desde lo individual.
– Lo segundo es la práctica de trabajar juntos. Esto nos lleva a aprender unos de otros.
Buscamos una intensidad en nuestro trabajo: aquella que se da cuando realmente trabajamos, cuando nos pedimos ir un poco más allá de nuestras limitaciones. No tratamos de efectuar una transmisión teórica de ideas, sino una búsqueda de una transformación en nosotros mismos.
Nos damos cuenta de que en nuestro Trabajo nos movemos siempre en una línea muy delgada, pudiendo caer en apartarnos de las ideas del Trabajo y de equivocarnos.
Creemos que en un Trabajo es imposible no caer en el error. Y aprender de él. En nuestra visión del Trabajo, creemos que, tal como es el movimiento de regreso a mí, la experiencia grupal es un continuo recomenzar. Lo hecho, lo logrado, como cualquier forma estructurada, es una ligadura condicionante.
Siempre estamos frente a nuestros errores, frente a la posibilidad de traicionar a la enseñanza. Pero sólo así podemos movernos en nuestra búsqueda. Sólo el error permite el aprendizaje.
Es así como buscamos un estar presente en el momento, intentando tejer una y otra vez una huella de luz viviente en la oscuridad de nuestro sueño habitual y así ampliar nuestra conciencia, como dice el Sr. Gurdjieff en el Primer capítulo de Belcebú, el otro conciente.
Así abrimos este espacio destinado a aquellos que les interese esta forma de trabajar.